El Malecón Habanero

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5El evocador paseo marítimo de La Habana, de 8 kilómetros de largo, es una de las avenidas más auténticas y cubanas de Cuba.

Una de las experiencias más  atractivas de La Habana, es sentarse en su malecón;  ver como discurre la vida cotidiana en la ciudad: el tradicional punto de reunión de amantes,  niños jugando, trovadores ambulantes, un señor que trata de arrancar su Plymouth de 1955, pescadores y melancólicos que miran a Florida. El ambiente del malecón es especialmente intenso al atardecer, cuando la débil luz amarilla se filtra como una tenue antorcha hacia los edificios de Centro Habana,  confiriendo a las desvencijadas fachadas un marcado carácter temporal.

Los habaneros, a diferencia de los lugareños de otras partes del mundo, no solo sobreviven; sino que proyectan, crean, debaten y viven todo con una asombrosa pasión.

Por cierto, ¿sabe usted cuál fue el primer nombre del Malecón? Sencillamente así: Avenida del Golfo. La Historia del Malecón comenzó en 1819 cuando se puso en práctica el llamado “ensanche de extramuros”, pues la ciudad estaba creciendo y el espacio costero que iba desde la entrada de la bahía hasta el Torreón de San Lázaro, era solo un espacio abierto de roca y mar, hermoso pero sin otra señal que lo inhóspito del lugar, a donde iban algunas familias a tomar baños de mar.

Desde la zona del litoral habanero donde hoy está el parque Maceo y hasta el Río Almendares lo que existía entonces era una costa de agudos arrecifes y un monte firme e impenetrable, que las autoridades españolas consideraron siempre como una muralla natural ante ataques y lo llamaban “Monte Vedado”.

Así estuvo muchísimos años, pero en 1859 por todo San Lázaro comenzó a circular el ferrocarril urbano que iba desde las cercanías del puerto hasta la propia desembocadura del Almendares.

Según consta en documentos históricos, la ancha avenida debía construirse a cuatro metros sobre el nivel del mar, separado de la orilla, y en su parte inferior una larga sucesión de 250 bóvedas, para dar cauce a otras necesidades de la ciudad, porque la galería resultante podía servir como línea de ferrocarril y almacén, pensando en el activo puerto habanero, o como línea defensiva militar.

Todo el proyecto costaría 850 mil pesos de la época, pero el gobierno español no se animó a soltar prenda a la administración municipal habanera y la propuesta de Albear durmió un largo sueño…

Durante las ínfulas monumentales de Gerardo Machado el Malecón tomó impulso bajo la dirección del destacado urbanista Jean Forestier, famoso por sus intervenciones en Sevilla y París, quien había venido a Cuba a establecer un Plan Director de la ciudad.

Maravillado por la zona costera capitalina, Fosrestier tomó el Malecón como aspecto preferente de sus proyectos. Para llegar a sus siete kilómetro actuales el Malecón Habanero pasó por varias etapas de avances y retrocesos, de gobiernos de turno, cambios, supresiones y transformaciones de proyectos, hasta el último tramo realizado entre 1950 y 1958.

Después del primer trecho, para el que se demolieron algunas instalaciones públicas como los balnearios: Las Delicias, Romanguera y San Rafael, siguió la construcción en 1921 hasta la entrada del Vedado, donde hoy se alza el monumento al Maine.

Todas y cada una de estas prolongaciones llevaban implícito cambios en los fabulosos proyectos, los cuales finalmente terminaban en ese muro pelado, largo y amado de los que viven en esa ciudad, y que un chistoso definió una vez como “el banco más largo del mundo”.

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