Dentro de aproximadamente un mes, una de las más singulares ciudades cubanas cumplirá 199 años de fundada. Asimismo, habrán pasado cerca de nueve años desde que se erigiera e inaugurara un conjunto arquitectónico funerario en honor de su fundador, el francés Luis De Clouet. Para los adeptos de la historia bastan estas coordenadas, pues de acuerdo con su historiador, el arquitecto Irán Millán, se trata de la única ciudad de América Latina fundada por franceses. Adentrémonos un poco en la magia que distingue a Cienfuegos, la “Perla del Sur”.
Cuando en 1818 el teniente coronel De Clouet presentó al Capitán General José María Cienfuegos Jovellanos la proposición de colonizar la Bahía de Jagua, a unos 250 kilómetros al sureste de La Habana, nació también, junto a la idea de fundar la villa que posteriormente sería Cienfuegos, la posibilidad futura de que esta pretendiera la categoría de Patrimonio Mundial de la Humanidad, título concedido en la actualidad a ocho sitios de la isla. Son de suponer variados los elementos que hacen que la ciudad, joven como es (fue fundada en el 22 de abril de 1819 con el nombre de Villa de Fernandina de Jagua), ostente tan alta distinción, si se considera que esta condición se asocia, por lo regular, a urbes más antiguas.
Dentro de ellos destaca la correspondiente impronta gala, perceptible en el elegante trazado neoclásico de las calles, trama que, junto a la riqueza monumental de edificaciones como la Catedral de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, deviene en un exponente excepcional de urbanismo del periodo colonial. Sobresale, además, la forma en que el mar, abrigado por la bahía de 88km2, antes “Gran Puerto de América” y refugio constante de los más connotados corsarios y piratas, configura una coherente relación con la ciudad a la que ofrece singularidad física. Cienfuegos –y más específicamente su centro histórico– se ofrece como depositario de un conjunto en el que armonizan la vida y el tiempo, como testigo íntegro y representativo de las ideas de modernidad, higiene y orden en el planeamiento urbano desarrollado en América Latina del siglo XIX.
Estos y otros muchos factores convierten a la ciudad en un bien patrimonial que se distingue tanto en un contexto nacional como americano.
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