En pleno corazón de la ciudad de La Habana, en Cuba, en un pequeño parque ubicado en la intersección de la calle 23 y la calle J en la barriada del Vedado y muy cerca de la Universidad de la Habana y de la siempre concurrida Rampa, un Quijote cubano muestra su aparente locura pero, según deja el autor plasmado en tu base, está más cuerdo que nunca,
El Quijote de América, fue erigido entre los años 1979 y 1980 y emplazado en lo que hoy se conoce como El Parque del Quijote, muy cerca de lugares emblemáticos de la Habana como el Coppelia, el Yara y el Habana Libre. Una característica a destacar de la escultura es que sus 4.3 metros de altura, 3.5 metros de largo, 2 metros de ancho y dos toneladas de alambrón soldado, se apoyan únicamente en sus patas traseras, como un desafío a la prudencia.
Bautizado como el Quijote de América es un conjunto escultórico creado entre los años 1979 y 1980 por el artista cubano Sergio Martínez (1930-1988) amante de este personaje soñador, valiente y de triste figura como lo nombrara su compañero se hazañas Sancho Panza.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha se convirtió en Don Quijote de América y La Habana. Miles de personas lo admiran cada día y para otros pasa inadvertido, como suele suceder. Pero lo cierto es que el incauto que se atreva a dilatar su mirada no logrará desprenderse fácilmente.
Un Quijote Cubano
Desnudo sobre un encrespado y fogoso Rocinante y con su espada dispuesta permanentemente al ataque, el Quijote de América ha visto pasar a millones de cubanos desde su pedestal en la esquina de 23 y J, en el Vedado habanero.
La escultura representa un “Caballero de la Triste Figura” que se lanza a la ofensiva, con un sombrero como única vestimenta y cosa rara, sin su inseparable escudero.
Esta escultura, que nos recuerda un corcel mambí en plena carga al machete, se ha vuelto ya entrañable para todos los transeúntes que circulan habitualmente por esta zona capitalina. Tiene por derecho propio su ciudadanía habanera y constituye una especie de símbolo de las raíces españolas en América.
Realizado con varillas de alambrón soldado, presenta la figura del Quijote blandiendo su espada en actitud de ataque. Ataviado solamente con una vasija de barbero a modo de casco, cabalga sobre un encrespado y flaco Rocinante y la desnudez de ambas figuras destacan los músculos, venas y huesos que nos recuerdan las huestes de negros libres de Agramonte a las que cantó Silvio
La metáfora de la desnudez de nuestro Quijote capitalino quizás signifique que las grandes cosas se logran solamente a pecho descubierto y dejando la piel en el empeño, aseguran algunos. Es un desposeído desde todos los puntos de vista y alguien que únicamente carga con sus convicciones, con su determinación y con la escasa, pero necesaria, lucidez que conlleva a enfrentar cualquier molino por grande y poderoso que sea. Es el ser humano abriéndose paso a cualquier precio, sin medir las consecuencias, en las batallas de todos los días por la sobrevivencia misma.
El fiel Rocinante luce tan famélico como su jinete, con ese color hierro que nos recuerda lo primario, profundo y esencial de la vida. Con su cola y crin encrespadas, el caballo muestra tantos bríos, agresividad y disposición a la lucha como El Quijote y aparece listo para cargar contra cualquier enemigo..
Algo que caracteriza e individualiza esta escultura es que nos presenta un Quijote sin Sancho y algunos especulan que con ello el Hidalgo llama sin moverse, pero listo para la lucha, a todos los Sanchos que existen en el mundo para que le sigan.
Tal vez esa fuera la razón de su soledad o quizás la intención del escultor fuera simplemente resaltar la figura del héroe. pero lo que sí es cierto es que si el gordo amigo estuviera a su lado seguramente le diría tímida y campechanamente al Caballero que su figura habanera parece más hidalga que nunca.
Algunos dicen que el escultor quiso con esta obra “rememorar la madre patria en los cubanos” pero para otros este Quijote que mira al miedo de frente mientras espada en alto espolea el costillar de su enardecido Rocinante”, va más allá pues, cómo puede leerse en la tarja en su base:
«Porque somos de España en Lorca, en Machado, en Miguel, porque España es la última mirada del sol del Pablo nuestro, porque nunca hemos medido el tamaño de los molinos de viento y sentimos bajo nuestros talones el costillar de Rocinante.»
Su creador, el escultor cubano Sergio Martínez, (1930-1988), fue un ferviente amante de este héroe cervantino y aunque El Quijote de América fue su creación preferida, elaboró unas 20 piezas referidas al personaje que están emplazadas tanto en Cuba como en el extranjero. De hecho, otra de sus esculturas más conocidas, titulada “Quijote”, está dedicada también al personaje de Cervantes e instalada en el Palacio de Pioneros del Parque Lenin, en las afueras de la capital cubana
Con apenas 16 años, Sergio ingresó a la Escuela Superior de Bellas Artes “San Alejandro”, en La Habana. Allí se especializó en Escultura y comenzó a colaborar con la obra de otros artistas hasta crear la suya propia que hoy está diseminada en varias regiones de Cuba.
Del mismo modo es reconocido por su labor pedagógica. Fue durante mucho tiempo Jefe de Cátedra y Profesor de Escultura de la Escuela Nacional de Artes y miembro del Grupo Plástica Latinoamericana de Casa de las Américas y de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos de la UNESCO.
Hoy podemos apreciar algunas piezas de pequeño formato de su autoría en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Habana, en el Museo de Escultura Pequeña, en la provincia de Las Tunas y el Museo del Humor en Gabrovo, Bulgaria.
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