Todas las ciudades tienen sus testigos, sus moles de piedra y mármol que observan y participan de todo, que resisten como pueden al tiempo y se convierten en escenografía del día a día o elegante telón de fondo de la cotidianidad. El Capitolio de La Habana es, desde hace casi un siglo, un símbolo de la ciudad y un compañero de sus historias.
Para los habaneros es sentido de pertenencia, tesoro muchas veces desapercibido por conocido; para los cubanos de otras zonas es meta, lucimiento y foto obligada. Con elegancia e ímpetu el Capitolio es uno de los símbolos indiscutibles de La Habana. Es uno de los edificios más vistosos, con su cúpula laminada en oro e inspirado en su homólogo de Washington.
Al ser el Capitolio de La Habana uno de los edificios más célebres y al albergar grandes momentos de la historia de Cuba. Aunque ahora está cerrado (2014 y principios del 2015) por una restauración total, generalmente sus puertas están abiertas al público de martes a sábado, siempre hasta las 5:00 pm, y los domingos hasta las 12:00 pm.
Abierto en 1929, de estilo neoclásico, el Capitolio fue hasta la llegada de Castro en 1959 la sede del Congreso bipartidista de la época y, como tal, un símbolo del viejo orden para las nuevas autoridades.
La fachada principal posee una extensa escalinata que desemboca en un alto pórtico, flanqueado por dos estatuas de bronce que simbolizan el Trabajo y la Virtud Tutelar del Pueblo.
Pese a la inspiración que el Capitolio de Washington pueda haber tenido en el de La Habana, ambos edificios no son idénticos y cuentan con elementos distintivos y aunque el cubano es mucho más pequeño en superficie cubierta que su par estadounidense es más alto que este y su cúpula es más grande.
Al traspasarla llegarás al Salón de los Pasos Perdidos, llamado así por su excepcional acústica, en cuyo centro se encuentra la Estatua de la República, una gigantesca mujer de bronce de 14,60 metros de altura, y más de 30 toneladas, que simboliza la virtud tutelar del pueblo y el trabajo.
La edificación también alberga otros salones interesantes, como Salón Baire, que fuera sala de conferencias y protocolo de la Cámara de representantes; el Salón Bolívar, que conserva su mobiliario original con espejos venecianos y se encuentra envuelto en un ambiente refinado de Francia de la época de Napoleón; el Salón Baraguá, de estilo neoclásico, que fue utilizado como zona de trabajo para las secretarías de la Cámara de Representantes; y el Salón Martí, con un hermoso cromatismo y de estilo del renacimiento italiano, la cual sirve como antesala de la biblioteca.
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