Si nos pidieran nombrar un lugar emblemático de La Habana, seguramente que entre ellos escogeríamos El Malecón, ese muro de concreto que corre de este a oeste junto al mar entre dos fortalezas coloniales: el castillo de La Punta, al comienzo del Paseo del Prado, y el castillito de La Chorrera, a la vera de la desembocadura del río Almendares.
De un lado la ciudad con sus encantos, sus mejores hoteles, monumentos y parques; Del otro lado, el mar abierto y azul. Calmo unas veces y furioso otras.
Sin embargo, el Malecón no siempre ha estado ahí. Hace poco más de 100 años esa avenida bordeada hoy de hoteles y edificios modernos era sólo una costa llena de arrecifes con un par de torreones construidos durante la época colonial para luchar contra piratas y contrabandistas.
Por qué y cómo nació
Su origen fue la llamada Avenida del Golfo, en 1819. Un espacio costero de roca y mar que iba desde la entrada de la Bahía de La Habana hasta el Torreón de San Lázaro y donde las familias habaneras iban a tomar baños de mar.
Posteriormente, debido a que la carretera costera estaba constantemente afectada por los eventos meteorológicos donde los “barrios” del norte de la ciudad se inundaban con frecuencia durante los meses de invierno, surge a principios del siglo 20 la necesidad de levantar un muro que protegiera el litoral y a la vez uniera la zona vieja a los barrios nuevos que se creaban cada más al oeste de una ciudad que crecía.
La construcción del Malecón. 58 años de historia
1901 – 1929
El Malecón habanero comenzó a construirse el 6 de mayo de 1901, en momentos en que Cuba estaba ocupada militar y políticamente por los EEUU, producto de la llamada Guerra Hispano-Americana.
Al cesar la intervención norteamericana e instaurar la República, el 20 de mayo de 1902, la obra llegaba solo a la esquina con la calle Crespo. Esto es, se había construido sólo un tramo de 500 metros.
La obra continuó bajo la república; en 1909 llegaba hasta la calle Belascoaín y 7 años después se extendía hasta el torreón de San Lázaro. Este fue un tramo muy complejo ya fue necesario rellenar los 93 metros de ancho y 5,5 metros de profundidad de la caleta del mismo nombre (Frente al actual hospital Hermanos Ameijeiras), esfuerzo que el huracán del 9 de septiembre de 1919 – el llamado ciclón del Balvanera – afectó fuertemente por la fuerza del mar y los vientos.
Aunque habría que esperar un par de años más para que se construyera nuevamente el tramo destruido, ya a partir de 1921 la obra avanzó hasta llegar a la altura de la Avenida 23 y continuó posteriormente hasta la calle O, pasando frente al promontorio de la Batería de Santa Clara, donde hoy se encuentra el Hotel Nacional.
1929 – 1959
En la década de los años 30 el muro se extendió hasta la calle G y en los primeros años de la década de los 50 se llegó a la calle Paseo. Pero allí la obra se detuvo pues en su camino hacia el Río Almendares se interpuso el Palacio de Convenciones y Deportes, una majestuosa edificación situada donde hoy se encuentra la Fuente de la Juventud, frente a los hoteles Habana Riviera y Meliá Habana.
Finalmente, en 1955 el Palacio de Convenciones y Deportes fue demolido y el muro de hormigón pudo continuar su camino. Primero alcanzó la calle 8, en el Vedado y posteriormente, en el 1959, llegó a la Chorrera, un fortín de la época colonial – casi en la desembocadura del Río Almendares – en lo que era la entrada del “Túnel de Calzada” que unía el Vedado con Miramar, pasando por debajo del Río Almendares.
El Malecón y la Habana
Si lo miramos desde un punto de vista material, el Malecón no es más que un rompeolas que trata de proteger a la ciudad de los embates meteorológicos del Golfo de México, seguido de una ancha acera peatonal que acompaña una amplia avenida de seis carriles.
Pero más allá del concreto, el Malecón es un lugar único para conocer la vida de los habaneros. Conocido también como “el sofá más largo del mundo” el Malecón está vivo y late con el ritmo de La Habana.
En las calurosas noches del verano tropical, el Malecón se convierte en el portal de muchas familias que sentadas frente al mar en calma, buscan un poco de su fresca brisa. Junto a su muro la gente pesca, charla, baila, piensa, llora, ríe y ama. Es un lugar de encuentro de conocidos y desconocidos y una constante celebración de la vida comunitaria. Dar una vuelta por el Malecón es asomarse por un rato a la idiosincrasia cubana.
Qué puedo encontrar si camino el Malecón
Además de su ubicación privilegiada frente al mar, las edificaciones que están en sus cercanías le otorgan un valor agregado. Antiguas y modernas construcciones lo dotan de un encanto singular.
A lo largo del Malecón encontramos edificaciones, parques y monumentos significativos para la ciudad. Ahí tenemos fortalezas coloniales que una vez defendieron la Habana de ataques de corsarios y piratas; el Anfiteatro del Puerto, escenario de conciertos de artistas nacionales y foráneos; monumentos a insignes figuras de la patria como los de Máximo Gómez y Antonio Maceo.
Varias de las más emblemáticas instalaciones hoteleras de la Habana bordean esta avenida, entre ellas El Habana Riviera, El Meliá Habana, El Hotel Nacional y el Hotel Galeano, por citar solamente cuatro.
Por todo lo dicho hasta aquí podemos asegurar que el Malecón de la Habana es mucho más que un muro de concreto que bordea la costa de la capital a lo largo de 8 kilómetros para protegerla del oleaje. Es el lugar donde vive la esencia misma de La Habana y de su gente; Un sitio lleno de historia donde disfrutar de la brisa marina, de atardeceres de ensueño y de noches y madrugadas bohemias llenas de música trovadoresca; Es el espacio donde, a través de los años, cubanos y extranjeros han soñado, llorado, reído y amado.
En fin, es un lugar que no te puedes perder si visitas La Habana
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