La pompa fúnebre atravesó La Habana como un trueno. Nunca se había visto nada semejante en la ciudad, y nunca se volvería a ver. Más de 10 mil personas acompañaron el cadáver hasta el Cementerio de Colón.
La Habana no enterraba a un Presidente, ni a un científico ilustre. Despedía a Yarini Entonces, ¿Quién fue este hombre?
Alberto Yarini y Ponce de León, Ponce de León y Ponce de León (sí, tres veces), nació en La Habana, el 5 de febrero de 1882, en el seno de una familia de rancio abolengo y economía desahogada.
Estudió en los mejores colegios de Cuba y de los Estados Unidos para convertirse después, contra todo pronóstico, en el jefe de una trama de explotación sexual radicada en el castizo barrio de San Isidro en la Ciudad de la Habana de principio del siglo XX, una actividad que por cierto lo convirtió en millonario.
La Habana “subterranbea” de aquella época era una mezcla explosiva de drogas, juegos sucios, ilegalidades y prostitución, pero aún en ese ambiente gracias a la corrupción a todos los niveles, a sus contactos en el Partido Conservador, pero más que nada a su carisma pesonal, este chulo (proxeneta) se convirtió en Presidente del Comité Conservador de San Isidro, con una fuerte influencia política en toda la zona del barrio de Belén y en otros tantos barrios de gente pobre.
Yarini andaba por la calle “con gestos de caballero intachable”. El Rey de la mayor zona de tolerancia capitalina siempre andaba perfumado y vistiendo buenos trajes. Visitaba asiduamente la ópera y era cliente habitual del exclusivo Café del Louvre, pero ello no era impedimento para que tuviera una buena cantidad de prostitutas trabajando para él en diversos sitios y además de ser propietario de un burdel en Picota entre Luz y Acosta.
La historia de Yarini no se puede contar sin hablar de su incondicional amigo José Basterrechea, quien lo convirtió en su ídolo. Cuando las rencillas entre los chulos franceses y el grupo del cubano se pusieron serias, no se despegó nunca de él pues “Pepe” sabía que tarde o temprano iban a matar a su amigo.
La situación en su “imperio” empezó a complicar cuando el negocio del sexo dejó de ser nacional y del otro lado el Atlántico llegaron chulos franceses con sus respectivas prostitutas las cuales empleaban otros métodos en el negocio (sexo oral y anal) con lo cual ganaron en mercado
Lo que viene a continuación, es bastante conocido y casi el guion de una película taquillera: Un chulo francés, Louis Letot, trae de su tierra a una de sus preferidas, “la petite Berthe”, pero el amor (o el negocio) no tienen bandera y esta prostituta se va “a trabajar” con Yarini, lo que hace que los proxenetas franceses, además de verse ofendidos se vean amenazados y obliguen a Letot a vengarse del vanidoso y poderoso chulo cubano.
Cómo muere Yarini
Como ya habíamos visto, existía una vieja rivalidad entre chulos franceses e italianos, por un lado y por chulos cubanos y españoles. Los primeros no perdían ocasión para restregar en la cara a Letot la burla de que había sido objeto por parte de Yarini y le pedían una reparación.
Las investigaciones indican que hubo una reunión de chulos franceses en una fonda de la calle Habana para “acordar medidas contra los cubanos por las vejaciones recibidas”, exigiendo a Letot que se vengara de Alberto Yarini para lo que se comprometieron a ayudarlo.
Esa noche tras recibir una nota supuestamente de Berta para encontrarse con él en el lugar donde “trabajaba”, Yarini, acompañado de su amigo Pepito Basterrechea se dirigió al lugar donde solamente encontró una emboscada preparada por los franceses.
Eran las ocho de la noche del 21 de noviembre. Yarini recibió varias heridas de bala en el vientre y el pecho por lo que fue trasladado a la Casa de Socorro y su amigo Basterrechea mató de un balazo en la frente a Latot, por lo que fue detenido.
Sucedió entonces algo que demuestra que la amistad no tiene condición social: Tendido en la cama de la Casa de Socorros de la habanera calle Salud, la tarde del 22 de noviembre de 1910, con cinco heridas de bala en su cuerpo y sabiendo que de aquel combate no saldría con vida, el joven de 28 años Alberto Yarini y Ponce de León pidió que le alcanzaran una pluma y un papel – cualquier papel- y en un talonario de recetas confesó que Taltot había muerto por su mano con lo que exoneraba de culpa a su amigo.
Al morir, el 22 de noviembre de 1910, Yarini tenía 26 años y bajo su magnética personalidad y su poderosa presencia física, caían rendidas las mujeres y encandilados los hombres.
Tan es así, que fue asesinado mientras subía la escalinata del Palacio Presidencial.
No había sido político, ni artista, ni empresario, ni aristócrata, ni militar. Fue sólo el más destacado proxeneta de Cuba, el chulo de los chulos y sin embargo, todavía hoy su tumba, en el Cementerio de Colón, tiene flores frescas a menudo.
Terminemos esta historia como la comenzamos: Con la crónica sobre su entierro, el 24 de noviembre, tomado de un medio de prensa de la época
“La pompa fúnebre atravesó La Habana como un trueno. Nunca se había visto nada semejante en la ciudad, y nunca se volvería a ver. Delante iba el féretro -y había peleas entre los amigos por turnarse para llevarlo a hombros- con una carroza a la imperial tirada por un tronco de ocho caballos. Continuaba el cortejo con un enganche atestado de coronas de flores, y la banda de música de la Casa de Beneficencia.
Tras ellos marchaba una multitud de más de diez mil personas, y después se alargaba una comitiva de doscientos carruajes, todos vacíos en señal de duelo, entre los que estaba el del Presidente de la República. La guardia de caballería acompañaba la procesión bajo las órdenes directas del Jefe de Policía, para evitar altercados. Junto a los muros del cementerio sus compañeros ‘ekobios’ entonaban el lamento fúnebre ‘enlloró’. La nación despedía a uno de sus personajes más singulares.”
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