Cañonazo de las 9, una de las tradiciones más antiguas de La Habana

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Sin títuloCuando un habanero entrado en años quiere expresar que mantiene plena vitalidad y buen estado de salud, suele decir: “Estoy como el cañonazo de las nueve”. Así, apelando a una tradición de más de 200 años, no deja lugar a dudas de que él (o ella) no falla.

Con puntualidad más allá de la exactitud, todos los días del año, ya sean de fiesta o de duelo, a las nueve de la noche, ni un minuto más ni un minuto menos, desde la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña se dispara un cañonazo, llamando a revisar los relojes.

La aventura desde esta visita comenzará mucho antes de llegar al Cañonazo, porque para ir a la Fortaleza de la Cabaña debes cruzar la bahía, pues se encuentra al otro lado del puerto habanero. La manera más rápida de llegar hasta allí es tomando un taxi o un bus que atraviese el Túnel de La Habana: una de las siete maravillas de la arquitectura cubana.

Convertida en nuestros días en un vistoso espectáculo, en sus orígenes era la fórmula oficial de aviso a pobladores y visitantes de la capital cubana, para que a partir de ese instante permanecieran tras las gruesas murallas que a lo largo de decenas de kilómetros rodeaban la villa para resguardarla contra ataques de corsarios y piratas.

El espectáculo tiene como escenario la Batería de Ceremonia de la impresionante Fortaleza y es ejecutado por jóvenes del Servicio Militar vestidos con uniformes similares a los utilizados por el cuerpo de oficiales y soldados durante el reinado de Carlos III, quien mandó a construir el lugar, convertido entonces en la mayor fortificación militar de España en América.

Empieza unos minutos antes de las nueve de la noche cuando se escucha el sonido de los tambores y una voz clara y fuerte pidiendo “silencio” a los asistentes. Entonces, bajo una arcada de la fortaleza aparece un pelotón de artilleros vestidos al estilo militar del siglo XVIII con casacas y pantalones rojos, pelucas blancas y botas negras, prestos a escenificar este antiguo ritual colonialista. Al alcanzar la Parca y tras el repique de tambores, el protagonismo lo centra un soldado que alza la antorcha y tras un breve movimiento de la misma enciende la mecha del cañón. Pasados unos breves segundos….BOOM!!! la Parca se dispara produciendo un estruendo que aseguran se escucha por toda la Habana.

El origen de tan célebre ceremonia, que acompaña la vida de los habaneros, se inició en el siglo XVIII cuando desde esa propia Fortaleza disparaban una salva a las 6 de la mañana para anunciar la apertura de las puertas de la ciudad, que se cerraban a las 9 de la noche. En aquel entonces la pequeña capital de la Isla estaba rodeada por una muralla que definía sus límites; de aquella obra quedan algunos tramos en lo que hoy es La Habana Vieja.

La génesis de esta tradición se remonta a una reglamentación del siglo XVI que regía las actividades militares en los cuarteles, en la que se ordenaba disparar un cañonazo a las 4:30 de la mañana y otro de retreta a las 8 de la noche. Esporádicamente se sentía el que indicaba la entrada del correo marítimo. Dichos disparos se hacían desde un buque anclado en la entrada de la bahía.

Es curioso que durante 1942-l945, en plena guerra mundial, el gobierno de entonces prohibió el disparo del cañonazo, entre otros argumentos porque los submarinos alemanes podían captar la ubicación de la bahía. El reclamo popular obligó a que una vez terminada la contienda bélica se restituyera la tradición.

Así pues, si estáis en La Habana y escucháis el sonido de un cañonazo, haréis bien en ajustar a las nueve en punto vuestro reloj, ya que La Parca está a la par de los relojes suizos más sofisticados.

Luego de presenciar esta ceremonia, casi en la salida de la Cabaña, encontrarás varias artesanías que podrás adquirir como recuerdo de tu recorrido. Aquí descubrirás desde lienzos, hasta maquetas de veleros, instrumentos musicales, esculturas y bisuterías. También podrá relajarse y hacer unas increíbles fotografías de La Habana nocturna, pues desde la fortaleza San Carlos tienes un panorama privilegiado del litoral habanero.

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