La Catedral Habanera, impresionante obra arquitectónica y símbolo del casco histórico.

publicado en: Actividades, Arte, Historia | 0

catedralEs imposible representar en una imagen la Catedral y Plaza de la famosa Catedral de La Habana Vieja,  es sin duda uno de los conjuntos urbanos más llamativos y preciosos. Sus alrededores custodiados por antiguas calles de adoquines enmarcadas por palacios de piedras, representan la expresión más fiel de la arquitectura colonial.

Situado en la plaza, cerramos y abrimos los ojos para retroceder en el tiempo, rodeada de personajes entrañables: la mulata del puro, el intelectual cubano, el trovador y como no el «merolico» ambulante junto a los colores de la piel de los criollos sobre el fondo gris antiguo generan una imagen única, un momento inolvidable y un motivo fascinante para rechazar la modernidad.

Si bien la arquitectura exterior es sumamente atractiva, lo mejor está por verse en su interior. Se destaca el espectacular coro y los lujosos altares, junto a la pintura de «la última cena» con motivos incaicos. Es todo un monumento histórico, de arte y demostración de fe.

La Catedral de la Habana fue construida por los jesuitas a principios de 1747 y terminada recién 30 años después. Esta Catedral es un ejemplo significativo de la arquitectura barroca de la época de la colonia española. La Catedral de la Habana y la Plaza de la Catedral que la rodea son un punto turístico muy popular y un lugar de reunión que ofrece no solo el acceso a la catedral sino también a un mercado de comidas y artesanías. La Catedral de la Habana es en la actualidad una Iglesia Católica Apostólica Romana.

En 1789, cuando la Corona decidió la división de la hasta entonces única diócesis de Cuba y la creación del obispado de La Habana, se proyectó ampliar la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje -o construir en el sitio que ocupaba un nuevo templo- que sirviera de sede al recién instituido obispado. Sin embargo, las circunstancias determinaron que se utilizara para esos fines la antigua iglesia de la Compañía de Jesús, que, luego de la expulsión de la Compañía de Jesús, servía como Parroquial Mayor de la ciudad.

La construcción comenzó en 1727, en la zona conocida entonces como la Ciénaga, con puertas orientadas provisionalmente hacia el sur, hasta que pudiera obtenerse más terreno para su ampliación. En 1748 se emprendió el «cuadrado, zapatas de las torres y molduras del frente». Tras la salida de los jesuitas y por el estado ruinoso de la Parroquial Mayor habanera, se decidió conceder ese rango al templo de la Compañía. El edificio no estaba realmente terminado, y el traslado no se efectuó hasta 1777. En 1789 se convirtió en Catedral, y se le realizaron algunas mejoras constructivas, propuestas inicialmente por el jefe del Cuerpo de Ingenieros Joaquín de Casaviella. Entre los cambios más significativos que sufrió se cuenta la construcción de la actual fachada del edificio, en la cual trabajó el arquitecto Pedro de Medina e invirtió recursos Felipe José de Trespalacios, primer obispo de La Habana, al tiempo que la dotaba de ornamentos adecuados a su nuevo rango.

Joaquín Weiss ha estimado que la Catedral fue el edificio que más lejos llegó, estilísticamente, en nuestra arquitectura barroca, con la singularidad de sus dos torres desiguales. Esa inspiración, visible también en la ornamentación de los interiores, no resultó del gusto del segundo obispo de La Habana, Juan José Díaz de Espada, sacerdote de sensibilidad neoclásica y formación ilustrada, quien no solo realizó reformas en el edificio, sino que desechó altares, pinturas y estatuas que consideraba  de mal gusto y los sustituyó por obras encargadas a artistas europeos.

En la Catedral habanera descansaron, desde 1796 y durante un siglo, los supuestos restos de Cristóbal Colón, cuyo traslado a La Habana fue consecuencia de la cesión por España a Francia, en 1795, de la parte que le quedaba de la isla La Española, como resultado de la Paz de Basilea. Nunca ha podido establecerse con exactitud la identidad del cadáver enterrado en la Catedral, pero resultó fastuoso el recibimiento del arca funeraria de plomo dorada, entregada al capitán general Luis de las Casas y Aragorri y recibida en la Catedral por el obispo Tres palacios. El 12 de diciembre de 1898, en vísperas del cese de la soberanía española sobre  la Isla, los restos fueron llevados a España.

El conjunto de obras que atesora el templo conforma un importante patrimonio histórico y artístico, aunque la propia edificación es, como exponente del barroco cubano del siglo XVIII, el mayor de todos sus valores. Su presencia confiere personalidad a la Plaza de la Catedral, uno de los espacios públicos más conocidos  de La Habana colonial.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *